LOS LANMARKS
En los tiempos antiguos, era la costumbre marcar los linderos de terrenos por medio de pilares de piedra, cuyo cambio, por gentes malignas, ocasionaban mucha confusión, pues los hombres no tenían otra guía que estos pilares por los cuales distinguían los límites de su propiedad. El cambiarlos, por lo mismo, era un acto considerado como el crimen más horrendo. “Tú no debes”, dice la Ley Judaica, “cambiar las señales de tu prójimo, las que el tiempo te ha dado en patrimonio”. Por consiguiente, esas señales singulares de distinción por las cuales estamos separados del mundo profano, y por las cuales estamos separados del mundo profano, y por las cuales nos es fácil designar nuestro patrimonio como “hijos de la luz” se llaman las señales de la Orden. El lenguaje universal y las leyes universales de la Masonería son las señales, pero no son así las ceremonias locales, las leyes y costumbres, que varían en diferentes países. El intento de alterarlas o cambiar estas señales sagradas, por medio de las cuales examinamos los derechos del hermano para participar en nuestros privilegios, es una de las faltas más atroces que puede cometer el Masón.
En la decisión de la cuestión de la Masonería, existe una multitud de opiniones entre los escritores. El Dr. Oliver dice, en el Diccionario Simbólico Masónico, que “algunos las limitan a los signos O. B., marcas, y palabras. Otros incluyen las ceremonias de iniciación, adopción y elevación; y la forma, dimensiones, y apoyo; el fundamento, situación y cielo; los ornamentos, mobiliario, y joyas de la Logia, o sus símbolos característicos. Algunos creen que la Orden no tiene señales además de sus secretos particulares”. Pero todas estas son definiciones aisladas e insuficientes excluyendo cosas que son esenciales, y admitiendo otras que son accesorias.
Quizás el método más eficaz es restringirlas a las antiguas, y, por lo mismo, universales costumbres de la Orden, las que o resultaron gradualmente sin efectividad como reglas de acción, o, si alguna vez fueron decretadas por alguna autoridad competente, que en época tan remota, que no se puede encontrar dato de su origen en los apuntes de la historia. Pero los ejecutores de ese mandato en el tiempo en que esa facultad cumplió su designio han superado a los anales de las relaciones, por consiguiente las señales son “de una antigüedad suprema, que la memoria de la historia no puede alcanzar”.
El primer requisito, por consiguiente, de la costumbre o regla de acción para constituirla en la señal, es que debe haber existido desde “la época en que la memoria del hombre ejercía una influencia no contraria”. Su antigüedad es su elemento esencial, Si fuese posible que todas las autoridades masónicas de nuestros días se uniesen en un congreso universal, y con la más perfecta unanimidad adoptasen cualquiera nueva reglamentación, esa misma reglamentación, mientras permaneciese en vigor, también sería obligatoria en todo el Gremio; sin embargo, no constituiría una señal. Tendría el carácter de la universalidad, esa verdad, pero carecería del de la antigüedad.
Otra peculiaridad de estas señales de la Masonería es la de que son irrevocables de la misma manera que el congreso a que acabo de aludir no podría tener la prerrogativa de abolirla. Las señales de la Orden lo mismo que las leyes de los medas y los persas, no pueden sufrir alteración. Lo que constituirían hace siglos, lo que aún constituyen, y lo que deben constituir aún subsiste en vigor hasta que la Masonería misma cese de existir.
Aún hasta el año 1858, ningún intento se había hecho por escritor masónico alguno con el fin de enumerar distintamente los linderos o límites de la Francmasonería, y darles una forma comprensible. En octubre de ese año, Mackey publicó en la Revista Trimestral Americana de la Francmasonería (Vol. II, p. 230) un artículo sobre “Los Principios de la Ley Masónica”, el que contenía la enumeración distinta de los linderos, que fue la única vez que dicha lista había sido otorgada a la Fraternidad. Esta enumeración fue incorporada posteriormente en su Libro de Texto de Jurisprudencia Masónica. Ha sido adoptado muy generalmente por la Fraternidad, y publicado de nuevo por muchos escritores sobre ley masónica; algunas veces sin conocimiento del origen de donde provenía la información. De acuerdo con esta recapitulación, el resultado del mucho trabajo e investigación minuciosa, los linderos son veinticinco en número, y son como sigue:
Los Lanmarks
1 | Los modos de reconocimiento son, de todas las señales, los más legítimos e incuestionables. No admiten variación; y si alguna vez han sufrido alguna alteración o adición, la maldad de tal violación de la ley antigua, se ha manifestado posteriormente por sí mismo |
2 | La división de la Masonería simbólica en tres grados es una señal de que ha sido conservada mejor que cualquiera otra; aunque aún en este caso el espíritu malévolo de la innovación ha dejado sus huellas, y, por medio de la dilaceración de sus partes concluyentes del tercer grado, ha originado la falta de uniformidad con respecto a la enseñanza final de la Orden del Maestro; y el Arco Real de Inglaterra, Escocia, Irlanda y América, así como “los altos grados” de Francia y Alemania, están formados todos para diferir en el modo en que conducen al neófito a la consumación suprema de toda la Masonería simbólica. En 1813, la Gran Logia de Inglaterra vindicó la señal antigua, decretando solemnemente que la Masonería del Gremio antiguo constaba de tres grados: del Aprendiz Iniciado, Compañero de Gremio y el Maestro Masón, incluyendo el Arco Real Sagrado. Pero esta dilaceración jamás ha sido cicatrizada, y la señal, aunque reconocida en su integridad por todos, aún continúa siendo violada. |
3 | La leyenda del tercer grado es una señal importante, cuya integridad ha sido bien preservada. No existe Rito de la Masonería, practicado en cualquier país o idioma, en que los elementos esenciales de esta leyenda no se enseñen. Las lecturas pueden variar, y en efecto su cambio se verifica constantemente, pero la leyenda ha permanecido siempre la misma substancialmente. Y es necesario que sea así, pues la leyenda del Arquitecto del Templo constituye el punto esencial e identidad de la Masonería. Cualquier Rito del que fuese excluido, o alterado materialmente, cesaría desde ese momento, por la exclusión o alteración, de ser un Rito masónico. |
4 | El gobierno de la Fraternidad por medio del presidente llamado Gran Maestro, el que elegido del cuerpo del Gremio, es la cuarta señal de la Orden. Muchas personas suponen que la elección del Gran Maestro se efectúa en consecuencia de la ley o reglamentación de la Gran Logia. Pero ese no es el caso, en lo absoluto. El cargo debe su existencia a la señal de la Orden. Los Grandes Maestros, o las personas que desempeñan las funciones bajo diferente pero equivalente título, se encuentran en los registros de la institución desde mucho antes de que las Grandes logias fueran establecidas; y si el sistema actual del gobierno legislativo de las grandes Logias fuese abolido, aun seguiría siendo necesario el Gran Maestro. |
5 | La prerrogativa del Gran Maestro de presidir en todas las asambleas del Gremio, en cualquier lugar y en cualquier tiempo, es la quinta señal. Es consecuencia de esta ley, derivada de la costumbre antigua, y no de ningún mandato especial, por lo que el Gran Maestro asume el poder, o como se llama en Inglaterra, “el trono”, en todas las comunicaciones de la Gran logia; y de que tiene derecho también a presidir en la comunicación de todas las Logias subordinadas, donde quiera que esté presente. |
6 | La prerrogativa del Gran Maestro de conceder dispensaciones para conferir grados en ocasiones irregulares, es otra y muy importante señal. Conforme a los estatutos establecidos por la ley de la Masonería se requiere un mes, u otro período determinable, que transcurre entre la presentación de la petición y la elección del candidato. Pero el Gran Maestro tiene poder para determinar o dispensar esta aprobación y permitir al candidato ser iniciado desde luego. Esta prerrogativa la poseía desde antes del decreto de la ley requiriendo la aprobación, y como ningún estatuto puede degradar su prerrogativa, aun conserva el poder. |
7 | La prerrogativa del Gran Maestro de dar dispensaciones para apertura y disolución de las Logias es otra señal. Puede conceder en virtud de esto, a un número suficiente de masones, el privilegio de reunirse en asambleas y conferir grados. Las Logias de este modo establecidas, se llaman “Logias bajo dispensación”. |
8 | La prerrogativa del Gran Maestro de crear masones a primera vista es una señal que está íntimamente relacionada con la anterior. Existe un mal entendimiento en relación a esta señal, cuyo mal entendimiento ha conducido a veces a negar de su existencia en la jurisdicción donde se encontraba el Gran Maestro, y quizá, al mismo tiempo ejercía substancialmente dicha prerrogativa, sin la observación más mínima u oposición. |
9 | La necesidad para los masones de congregarse en las Logias es otra señal. No debe entenderse con esto que cualquiera señal antigua ha sido formada de esa organización permanente de las Logias subordinadas lo que constituye uno de los rasgos del sistema masónico tal como se encuentra en nuestros días. Pero las señales de la Orden prescriben siempre que el Masón debería, de vez en cuando, congregarse con el propósito del trabajo activo o especulativo, y que estas congregaciones debían llamarse Logias. Anteriormente, estas juntas eran extemporáneas, las que se reunían para fines especiales, disolviéndose en seguida, separándose los hermanos y reuniéndose en otras ocasiones y en otros lugares, de acuerdo con la necesidad o circunstancias. Los Poderes de constitución, estatutos, oficiales permanentes, y rezagos anuales son las innovaciones modernas fuera del todo de las señales, y dependientes enteramente de los actos especiales de un período comparativamente reciente. |
10 | El gobierno del Gremio, siempre que se congrega en Logia, por el Maestro y dos Vigilantes, es también una señal. La congregación de Masones reunidos bajo cualquier otro gobierno, por ejemplo, como el de presidente y vice-presidente, o regidor y sub-regidor, no sería reconocido como Logia. La presencia del Maestro y los dos Vigilantes es tan esencial para la válida organización de la Logia como el Poder de la Constitución en nuestros tiempos. Los nombres, por supuesto, varían en los diferentes idiomas; pero los oficiales, su número, prerrogativas, y deberes son en todas partes idénticos. |
11 | La necesidad de que todas las Logias, siempre que se reúnan sean debidamente vigiladas, es una señal importante de la Institución que jamás se olvida. La necesidad de esta ley tiene su origen en el carácter esotérico de la Masonería. El deber de guardar la puerta, y vigilar a los cobardes y escuchas, es antiguo, y por lo mismo constituye una señal. |
12 | El derecho de todo Masón de ser representado en todas las juntas generales del Gremio, y de instruir a su representante, es la señal duodécima. Anteriormente, estas juntas que, por lo general, se reunían sólo una vez al año, se llamaban “Asambleas Generales”, y a toda la Fraternidad, aun el Aprendiz Iniciado más joven, se le permitía estar presente. Ahora se llaman “Grandes Logias”, y únicamente los Maestros y Vigilantes de las Logias Subordinadas son admitidos. Pero esto es simplemente como representante de sus miembros. Originalmente, cada Masón se representaba por sí mismo; en la actualidad es representado por sus oficiales. |
13 | El derecho de todo Masón de apelar a la decisión de sus hermanos, durante la Logia, a la Gran logia o Asamblea General de Masones, es una señal sumamente esencial para la preservación de la justicia, y para evitar la opresión. Algunas Grandes Logias modernas, al adoptar el reglamento de que la decisión de las Logias subordinadas, en caso de expulsión no puede diferirse del todo por medio de apelación, ha sido violada, e incuestionablemente del mismo modo la señal, así como los principios del gobierno justo. |
14 | El derecho de todo Masón de visitar y sentarse en todas las Logias regulares es una señal incuestionable de la Orden. A esto se llama “el derecho de visitación”. El derecho de visitación ha sido reconocido siempre como un derecho inherente que es para el uso y provecho de todo Masón. Y esto es porque las Logias se consideran precisamente como las únicas divisiones para la conveniencia de la familia masónica universal. Este derecho, por supuesto, puede ser alterado o renunciado en casos especiales por varias circunstancias; pero cuando la admisión se rehúsa al Masón durante el uso de sus derechos, el que llamando a la puerta de la logia como su visitante, es de esperarse que alguna razón suficiente y razonable deba exponerse por esta violación de lo que es, en general, un derecho masónico, fundado en las señales de la Orden. |
15 | Es una señal de la Orden, que ningún visitante desconocido de los hermanos presentes, o alguno de ellos como Masón, puede entrar a la Logia sin pasar primero por el examen de acuerdo con la costumbre antigua. Por supuesto, si el visitante es conocido de algún hermano de los presentes como Masón en uso de sus derechos, y si ese hermano testifica sus calificaciones, puede dispensarse del examen, pues como la señal se refiere únicamente a los casos de extraños, quienes no son conocidos o aceptados a menos que se verifique una prueba estricta, el examen debido, e información legal. |
16 | Ninguna Logia puede intervenir en los asuntos de otra Logia, ni conferir grados a hermanos que sean miembros de otras Logias. Esto es indudablemente una señal antigua, fundada en los grandes principios de la cortesía y bondad fraternal, que son la base de nuestra institución. Ha sido reconocido repetidas veces en épocas posteriores, de conformidad con las disposiciones de los estatutos y decretos de todas las Grandes Logias. |
17 | Es una señal que todo Francmasón está sujeto a las leyes y reglamentos de la jurisdicción masónica en que reside, a la vez que no puede ser miembro también de ninguna Logia. La falta de afiliación, que es en realidad un agravio masónico que constituye, no excluye al Masón de la jurisdicción masónica. |
18 | Ciertas calificaciones de los candidatos para la iniciación se derivan de la señal de la Orden. Estas calificaciones se refieren a que debe ser un hombre no mutilado; de nacimiento libre, y de edad madura. Por consiguiente, la mujer, el que ha perdido el uso de sus facultades, el esclavo que ha nacido en cautiverio, es descalificado para la iniciación en los Ritos de la Masonería. Los estatutos, es cierto, han decretado de vez en cuando, ya sea vigorizando o explicando estos principios; pero las calificaciones realmente provienen de la propia naturaleza de la Institución masónica y de sus enseñanzas simbólicas, las que han existido siempre como señales. |
19 | La creencia en la existencia de Dios como el Gran Arquitecto del Universo, es una de las más importantes señales de la Orden. Ha sido siempre admitido que la negativa de la existencia del Poder Supremo como Autoridad Pre-eminente es una descalificación absoluta para la iniciación. Los anales de la Orden nunca han otorgado hasta la fecha ni podría suministrar el caso en que un ateo declarado fuese constituido masón. Las mismas ceremonias iniciatorias del primer grado prohíben desde luego e impiden la posibilidad de tal incidente. |
20 | Subsidiaria a esta creencia en Dios, como una señal de la Orden, existe la creencia en la resurrección a la vida futura. Esta señal no es impresa tan positivamente al candidato por las palabras exactas como la precedente; pero la doctrina se enseña por inducción implícita perfectamente clara, y comprende el sistema entero del simbolismo de la Orden. El creer en la Masonería, y no creer en la resurrección, sería una anomalía absurda, que solamente podría excusarse por medio de la irreflexión, pues aquel que confunde de este modo su creencia y su escepticismo, es tan ignorante del significado de ambas teorías, como si no tuviese principio racional para el conocimiento de una cosa o de la otra. |
21 | Es una señal que el “Libro de la Ley” debe constituir una parte indispensable del mobiliario de toda logia. Digo, deliberadamente, Libro de la Ley por que no se requiere absolutamente que en todas partes se usen los testamentos Nuevo y Antiguo. El “Libro de la Ley” ese volumen que, por la religión del país, se cree contiene la voluntad manifiesta del Gran Arquitecto del universo. Por lo que, en todas las Logias que existen en los países cristianos, el, el “Libro de la Ley” se compone del Antiguo y Nuevo Testamento; en un país donde el judaísmo fuese la fe predominante, el Antiguo testamento únicamente sería suficiente; y en los países mahometanos y entre los masones mahometanos, podría ser substituido por el Korán. La Masonería no pretende interponerse con la fe religiosa propia de sus discípulos, excepto en lo que se relaciona a la creencia en la existencia de Dios, y en lo que necesariamente resulta de esa creencia “El Libro de la Ley” es para el Masón Especulativo su tablero de trazado espiritual; pues sin éste no puede laborar; y cualquier cosa que cree ser la voluntad manifiesta del Gran Arquitecto constituye para él este tablero espiritual, y debe estar delante de él siempre en sus horas de labor especulativa, pues es la regla y guía de su conducta, la señal, requiere que el “Libro de la Ley”, código religioso de la misma especie, designado como el ejemplar de la voluntad manifiesta de Dios, deba formar una parte esencial del mobiliario de toda Logia. |
22 | La discreción de la Institución es otra señal y la más importante. La forma inherente en ella, existiendo con ella desde su misma fundación, y protegida por ella por medio de sus señales antiguas. Si es desposeída de su carácter secreto, pierde su identidad, y cesa de ser Francmasonería. Por consiguiente, todas las objeciones, que puedan hacerse a la Institución en lo relativo a su discreción, y como quiera que muchos torpes y malintencionados en los días de prueba, por cuestión de conveniencia, intenten desposeerla de su carácter secreto será una cosa siempre imposible de verificarlo aún en el caso de que la señal no se interpusiera ante nosotros como un obstáculo; por el cambio de tal naturaleza ocasionaría el suicidio social, y la muerte de la Orden le precedería en su forma manifiesta y legal. La Francmasonería, como asociación secreta, ha vivido inalterable por siglos; como una sociedad libre, no permanecería por muchos años. |
23 | La discreción de la Institución es otra señal y la más importante. La forma de la discreción es una forma inherente en ella, existiendo con ella desde su misma fundación, y protegida por ella por medio de sus señales antiguas. Si es desposeída de su carácter secreto, pierde su identidad, o cesa de ser Francmasonería. Por consiguiente, todas las objeciones, que puedan hacerse a la Institución en lo relativo a su discreción, y como quiera que muchos torpes y mal intencionados en los días de prueba, por cuestión de conveniencia, intenten desposeerla de su carácter secreto, será una cosa siempre imposible de verificarlo, aún en el caso de que la señal no se interpusiera ante nosotros como un obstáculo; porque el cambio de tal naturaleza ocasionaría el suicidio social, y la muerte de la Orden le precedería en su forma manifiesta y legal. La Francmasonería ha vivido inalterable por siglos; como una sociedad libre, no permanecería por muchos años. |
24 | La fundación de la ciencia especulativa aplicada al arte activo, y el uso simbólico y explicación de los términos de ese arte, con los propósitos de enseñanza religiosa o moral, constituyen otra señal de la Orden. El Templo de Salomón fue la cuna simbólica de la Institución, y, por lo tanto, la referencia a la Masonería activa que construyó ese magnífico edificio, a los materiales e implementos que fueron empleados en su construcción, y a los artistas que se ocupaban en la construcción, todas son partes componentes y esenciales del cuerpo de la Francmasonería, las que no podrían sustraerse de ella sin ocasionar la destrucción completa de la identidad entera de la Orden. Por lo que, todos los Ritos comparativamente modernos de la Masonería, como quiera que difieran en otros conceptos, conservan religiosamente esta historia del Templo y estos elementos activos, como el lecho de todas sus modificaciones del sistema masónico. |
25 | La última señal y complemento de todas es que estas señales nunca pueden ser cambiadas. Nadie puede ser sustraído de ellas -nada puede ser adherido a ellas- ni la más mínima modificación puede efectuarse en ellas. Del mismo modo que nos fueron otorgadas por nuestros predecesores, del mismo modo estamos obligados por los compromisos más solemnes del deber a transmitirlas a nuestros sucesores. Ni un solo ápice o título de estas leyes escritas puede ser revocado u abolido; pues, en lo que se refiere a ellas, no solamente estamos obligados, sino que deseamos adoptar la frase de los atrevidos barones antiguos de Inglaterra, “Nolumus leges mutari”. |